¿Te ha pasado que compras una fruta que se ve perfecta, pero al probarla… no sabe a nada?
A veces dulce, otras medio insípida. ¿Es culpa del agricultor, del supermercado, o simplemente tu mala suerte? No necesariamente. Hay varias razones por las que una misma fruta puede variar tanto en sabor, y la mayoría no se ven a simple vista.
Las frutas tienen su propio calendario natural. Cuando una fruta está en su época, se desarrolla mejor: el clima, la luz y el suelo trabajan a su favor. En cambio, fuera de temporada muchas veces se cultiva bajo condiciones forzadas (invernaderos, cámaras de frío), y eso afecta tanto el sabor como la textura.
Una fruta puede estar una o dos semanas en tránsito antes de llegar a tus manos. En ese tiempo pierde frescura y parte de su sabor natural, especialmente si ha sido refrigerada o transportada desde muy lejos. Algunas frutas se cosechan antes de estar completamente maduras para aguantar el viaje, y eso también cambia el sabor.
No es lo mismo una fruta que se madura colgada del árbol, recibiendo sol, que una que madura en una caja con gases especiales. Muchas frutas como los plátanos, tomates o mangos continúan madurando después de cosechadas, pero ese proceso no siempre desarrolla el mismo sabor.
No todas las manzanas, mangos o uvas son iguales. Algunas variedades están pensadas para durar más o para verse mejor, aunque eso signifique sacrificar un poco de sabor. Hay manzanas que aguantan meses refrigeradas, pero ya no saben como recién cosechadas.
Elige frutas de temporada: Suelen tener mejor sabor y precio.
Fíjate en el aroma y la textura: Muchas veces el olor te da más información que la apariencia.
Prueba frutas locales: Mientras menos hayan viajado, más frescas suelen estar.
Conoce el origen: Si puedes saber de dónde viene tu comida, mejor.